Casas sin Alma
Hay casas que están vacías pero se sienten vivas, y hay otras que están llenas de muebles, de objetos, de cosas…
pero no dicen nada. Como si no esperaran a nadie.
“Un hogar auténtico tiene alma, un alma que espera a su habitante.” J. Pallasmaa.
Una casa no es solo los objetos, ni los muebles, ni siquiera el diseño o la decoración. Todo eso puede estar, pero si no hay algo más, si no hay presencia, no es suficiente. El hogar no lo hacen las cosas. El hogar está en el alma de la casa.
Y esa alma aparece con la presencia de quien la habita, con cada gesto cotidiano. Está en lo que se vive y en cómo se vive. En lo que se repite, en lo que se cuida, en lo que se siente.
No importa si la casa tiene muchos o pocos metros cuadrados, ni el estilo que le quieras dar. Todos valen.
Porque no se trata de eso. Se trata de intención. De atención. De cariño. Se trata de cómo te relacionas con ese espacio
que te acoge. De cómo lo miras. De si lo escuchas. De si dejas que te hable.
Un hogar no nace cuando se cuelga la última lámpara. El hogar nace cuando te permites ser de verdad, cuando no solo ocupas el espacio, sino que interactúas con él, te entregas, lo cuidas. Lo llenas de vida, pero también de silencio, de pausas, de cosas pequeñas que hacen que ese lugar te pertenezca, de verdad.
Siéntate en el sofá, en el suelo, en una butaca. Donde sea. Escucha el silencio y siente si podrías quedarte ahí un buen rato sin cambiar nada. Si notas que ese momento tiene sentido, que hay algo que te sostiene, aunque no lo puedas ver… entonces ahí está naciendo el hogar. Tu hogar.
Y no importa si no es perfecto, si faltan cosas, si hay algo de caos. Cuando hay algo que te envuelve, que te acompaña, que te devuelve a ti, entonces eso es alma. Y eso, aunque no se vea, lo cambia todo.
Mi trabajo no consiste solo en transformar espacios. Te acompaño en el proceso de diseñar un hogar que hable de quien lo habita: de ti.